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lictor
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Mensajepor lictor » 10/May/2009 12:22

Bueno habra que conformarse con un post para este tema hasta que recuperemos el antiguo foro.
y comienzo con esta historieta ,que no es mia si no de un amigo.

EL ALEMAN


Me miró como no me miraba hace años, todavía me quería. Daban igual las otras dos mil personas que nos rodeaban, la masa gris que alababa al fuher.El resto de las calles de Nüremberg estaban vacías, remolinos de viento arrastraban las octavillas del NSDAP.

Ella sabía lo que había pasado sin que le dijera ni una sola palabra. Mañana marchaba a Rusia, a combatir por el glorioso Reich de nuestra gran Germania, por la raza aria... Intentaba convencerme de aquello, pero no podia, solo pensaba en que no la volvería a ver. Las juventudes Hitlerianas que nos rodeaban, en ese estado de extasis que solo nuestro fuher provocaba, gritaron entusiasmadas al final de su discurso. Una lagrima se deslizaba por su rostro, ignorando cualquier consigna racista que saliera de la boca de nuestro enfermo líder, yo no pude sino dejar de mirarla.

En el tren de camino a Leningrado parecía que no te movías; toda la estepa era igual. Esporádicamente veías algun campesino, que ya trabajaba para nosotros.Ya en el frente, ví como se aplicaban los preceptos hitlerianos en cuanto a los eslavos: ejecuciones sistemáticas de civiles, aldeas quemadas, y de fondo Leningrado, resistiendo. Era común que los oficiales pidieran voluntarios para las ejecuciones, yo nunca lo hice, pero mis compañeros si. Las víctimas y los verdugos eran gente normal; campesinos, obreros, gente común; a la que no le temblaba el pulso al apretar el gatillo.

Dicen que no te acostumbras a ver cadáveres, aunque yo lo hice pronto. Aqui los había montones; estaban los calcinados por las llamas, los destripados por la artilleria, ametrallados por nuestras Spandau, tiroteados por las PPSH soviéticas, los inocentes con un disparo en la nuca, muertos de inanición, muertos por congelación... La sangre parece más roja sobre la nieve, y los casquillos dorados brillaban con el raquitico sol invernal.

Leningrado era bonita aun estando diezmada por nuestras bombas. Sus edificios eran preciosos, pese a solo poder admirar una parte de la fachada, dado que la otra solía estar derruida. Había cadáveres apilados a los lados de las calles, junto a los escombros. Recuerdo una casa antigua que hacía esquina en una encrucijada de calles, me gustó tanto que lo estuve mirando hasta que uno de los pilares cedió y se derrumbó, una pena.

La defensa soviética era ferrea; francotiradores, barricadas, combates casa por casa, piso por piso. En interiores, las granadas eran tu peor enemigo; había que estar atento para que alguna de esas piñas no te arrancara la cara. Nunca se rendían, recibían suministros por una vía de tren construida sobre el lago Ladoga, que todos los inviernos se congelaba.

Finalmente ganaron, y comenzó la retirada, la gran retirada. No volvimos a recuperarnos, todo era retroceder. Y mientras avanzabamos hacia atrás, eramos testigos de la enorme destrucción que habíamos provocado por toda Rusia:Iglesias quemadas, pueblos destruidos, miles de asesinatos, campos que ardían...

Me dieron un cortísimo permiso, y volví a Nüremberg. Al llegar a casa me encontré con que todo el bloque ya no existía; los bombarderos americanos hacían bien su trabajo... Alineados en un solar contiguo estaban los cadáveres de los vecinos muertos, tapados con sabanas salpicadas de rojo. Entre ellos estaba ella, con la cara destrozada por la metralla, con los ojos vidriosos perdidos en el cielo. Estaba muerta, como lo estaban los otros vecinos, como lo estaban mis camaradas del frente, como lo estaba Alemania, como lo estaba yo.

Me la enseño y me parecio estupenda, espero que la disfruteis.
saludos,lictor
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Re: RELATOS

Mensajepor lictor » 11/May/2009 13:51

vamos animaros gente que EL ALEMAN se siente solo
:lol:
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Re: RELATOS

Mensajepor turkisch13 » 11/May/2009 18:42

muy buena! yo precisamente empeze a escribir un relato corto y aun no lo he acabado. me ha dado ganas de reanudarlo y postearlo aqui :D

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Re: RELATOS

Mensajepor lictor » 11/May/2009 20:26

pues adelante ,no te cortes :wink:
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Re: RELATOS

Mensajepor turkisch13 » 11/May/2009 20:31

dentro de unos dias (qe ahora estoy muy atareado) la reanudare.

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Re: RELATOS

Mensajepor turkisch13 » 11/May/2009 21:57

ahora me he puesto las pilas y he hecho un relato en 15 minutos. espero que os guste

Fue una noche de Junio como cualquier otra, sin nada especial, nos fuims a dormir temprano para preparar el día siguiente. De buena mañana Hans y yo nos despertamos y avisamos a los otros: ¡Atención desembarco americano en la playa!, todo el mundo ha sus puestos. Todos los muchachos, recién salidos de los cuarteles de entrenamiento, salieron corriendo hacia la puerta del búnker, cuando uno, Franz se paró y nos dijo: ¿Y vosotros, por qué no estáis a fuera? . Entonces Hans no pudo aguantar más la risa y estalló, primero él, seguido por mí, a reír. Todos volvieron a la cama, algunos ya se preparan, se afeitaban… Franz se nos acerco y empezó a protestarnos por el motivo de la broma, mientras Hans tenía los ojos clavados en una foto de su prometida apoyada en un estante de su armario. Yo mientras, sacaba un cigarrillo y cuando fui a encenderlo, nuestro superior entró enfadado en la sala y estaba vez gritó, de verdad, ¡TODOS A SUS PUESTOS, AMERICANOS DESEMBARCANDO! Franz se giró y creer la orden le respondió en la cara: No nos creemos su graciosa broma… y antes de acabar un proyectil toco nuestro búnker. Franz cayó al suelo, Hans se despertó de su sueño erótico con Elsa y finalmente el pobre chico del afeitado se cortó toda la mejilla. Cogimos el casco y el fusil y nos fuimos lo más rápido posible a nuestra posición de mortero. Apilamos los proyectiles y empezamos a disparar a ciegas, ya que el punto de observación había sido abatido por los obuses yanquis.
Al poco rato de estar allí, un silbido nos alerto que un proyectil (de gran tamaño como dedujeron mis ojos) que estaba a punto de estallar en lugar donde Hans apilaba los proyectiles. Fue la última vez que le vi, antes de que se volatilizará me miró fijamente y sin ninguna palabra me agradeció todos nuestros años de amistad.
Las nuevas órdenes eran recular hasta la segunda línea de búnkeres (dónde dormíamos) y hacernos fuertes allí. Antes de irme a la trinchera con mi nuevo compañero Franz, pasé por el dormitorio y agarre, lo primero, la foto de Elsa.

Semanas después del desembarco aliado en Normandía, recibí lo que esperaba cada soldado impacientemente como ese niño que espera que le den los regalos de Navidad: el permiso. Me dirigía a mi casa en Múnich, pero antes pase por la de Hans y Elsa. Ella me abrió la puerta, recién despertada, y le pedí perdón por despertarla tan temprano. Me hizo entrar y al ver que no venía con su marido, me dijo con voz firme pero a la vez triste y deprimida: ¿Cómo murió? No tuve el valor suficiente, que en otras ocasiones me sobrada, para contestarle, así que me quedé quieto.
Después de ese alegre y triste, a la vez, permiso, volví al frente. Allí tras unos meses de combate que se nos hacían interminables, mi unidad fue capturada al retirarse de un pequeño pueblo holandés. Tardé tres años en volver a Múnich, todo había cambiado. Mi familia ya no tenía esa casa hermosa con su jardín, y otra cosa que me sorprendió, fue que Elsa se alistó como voluntaria de enfermera en el Frente Oriental. Desde la despedida con mi familia ya no la volvieron a ver.

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Re: RELATOS

Mensajepor lictor » 12/May/2009 07:24

bien muy buena ,espero mas relatos
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Re: RELATOS

Mensajepor El_Mayor » 07/Sep/2009 21:45

Bueno, pues aquí os dejo el relato que narra una partida que tuvimos entre el sr.Sleater y yo.

Intentamos ser lo más rigurosos posibles con el ambiente histórico, pero la falta de información detallada y miniaturas nos obligó a ajustar un poco las cosas...espero que podais perdonarnos las libertades que nos tomamos... :oops:
Aquí dejo la primera parte, por cortesía de mi amigo:



Caressana
Norte de Italia
6 de Septiembre de 1944
06:50 a.m.

Alessandro escrutó cansado la huidiza oscuridad mientras se esforzaba por, al mismo tiempo, anteponer su oído a los chillidos de los dos gallos que quedaban en el pueblo, y que al parecer se estaban echando la bronca por haberse despertado el uno al otro antes de tiempo.
Putas gallinas con sombrero, que al menos habían podido dormir… Alessandro llevaba de guardia toda la santa noche, con lo que llevaba acumulado y con lo que le quedaba.
Miró al resto del pelotón, o a lo poco de él que se adivinaba tras los parapetos dispuestos en la pequeña plaza central de Caressana: la última y mejor baza del CIL, la última y mejor baza de Italia eran esos hombres. Los ingenieros paracaidistas de la división Nembo.

El CIL se había estado jugando mucho, puede que incluso su supervivencia como unidad en el frente, en un rápido progreso hacia el norte, acompañando el arrollador avance aliado. Pero por alguna misteriosa razón, los tanques alemanes siempre encontraban tiempo para frenar a los –todavía- escasamente equipados italianos. Los fusileros de vanguardia, al mando de Tomelli, habían sido barridos durante la defensa de Slavina. Los Alpini de Bormeoni habían rebasado la línea de cassino hasta que las SS blindadas les diezmaron en San Rigoni… La única fuerza coherente que podía avanzar sobre Caressana eran ellos, los paracaidistas del capitano Santodio. Si lo peor ocurría, Alessandro lo sabía bien, ellos eran los más preparados del CIL para enfrentarse a ello.

Y según el sol se levantaba, al mismo tiempo que Prodi ajustaba su vieja “breda” y la voz del Tenente Caproni comenzaba a espetar las primeras órdenes y saludos del día; Alessandro hacía cálculos:


Caporale Alessandro Spagna
“Mi agujero de centinela era pequeño y profundo. Se supone que hay que hacerlos más anchos y tumbarse en ellos para no ser visto, pero hacer una guardia nocturna tumbado bocabajo sobre la tierra removida solo sirve para quedarse dormido y despertarse cubierto de bichos. Y eso, cuando no hay duchas de campaña a mano, es malo. Pero sobre todo se trata de no quedarse dormido, porque las patrullas enemigas –de ambos bandos- prefieren liquidar a los centinelas antes que aprovechar sus despistes.

Yo estaba bastante despierto: sobre las cuatro de la madrugada me había parecido oír el ruido de un motor, y eso me había puesto de los malditos nervios. Pero desde entonces no había vuelto a oír nada sospechoso, y lo único que se había movido era el perro de la compañía, Italo, y alguna que otra alimaña más.

El sobresalto no era susceptibilidad ni cobardía: yo hubiera jurado ante un tribunal, si se hubiera demostrado que el ruido en efecto se produjo, que se trataba del motor Daimler de un camión alemán: nuestros camiones tienen motores que son cada uno de su padre y de su madre, pero con los alemanes –que lo estandarizan todo- y con los americanos –que lo hacen todo en serie- hay muy poco margen a equivocarse.
Solo a esa hora se me ocurrió seriamente que quizá no me lo había imaginado, y un escalofrío me recorrió la espalda cuando solo faltaban segundos para que Romero me relevase.

Reuní toda la capacidad de atención que me quedaba, y capté un leve movimiento junto a una de las casas, al otro lado del pueblo. Justo junto a la que había ocupado aquel encanto de morena que habíamos visto marcharse al llegar nosotros.
Había una caseta adosada a la fachada.
Ayer no había ninguna caseta adosada a la fachada, ni tampoco… ese… pintoresco tubo… de estufa.

- ¡Otantotto! ¡Ochenta y ocho!

El Tenente gritó una orden, todos agachamos la cabeza, y Romero, a medio camino ya del relevo, se lanzó en plancha para resguardarse conmigo en mi precario, pero súbitamente queridísimo agujero.

El bombardeo no fue muy intenso, pero si preciso: una sección entera de la trinchera se desplomó a cusa de los impactos de lo que eran, claramente, disparos directos de cañones anti-tanque muy potentes.
Me asomé tímidamente buscando algo a lo que disparar, pero fue inútil: varios semiorugas alemanes estaban saliendo de los lugares donde había permanecido escondidos como casetas, camiones abandonados o montones de escombros. Ya era demasiado tarde para todo: la 16 SS panzer nos había vuelto a encontrar.

- ¡¡¿Es que los putos Tedesci no tienen a nadie más para sacarnos al paso?!! –logró articular Romero en medio del caos de ruido
- ¡¡Por lo que se ve, no!! ¡Deben tener más tanques que infantería ahí detrás!
- ¡Entonces, ¿por qué están perdiendo la guerra?!

Una granada cayó a pocos metros, duchándonos con barro, y dejándome medio sordo, por lo que no quedé en buena disposición para contestar a mi camarada. Mediante señas, me hizo entender que los de la hitlerjugend habían hecho un receso en el bombardeo, y que debíamos aprovecharlo. Rodamos en pos de la trinchera principal, donde alguien me puso entre las manos el “moschetto” Breda de Berlini, que por lo que supe, ya no lo iba a necesitar. Un pobre desgraciado hasta el final.

Nuestra artillería empezó a responder al ataque muy poco después, y estoy seguro de que los Skoda de 10 centímetros estaban dando al capitán la impresión de ser muy eficaces. Pero lo que es desde nuestra posición, la barrera artillera parecía leve y aleatoria. Había dos observadores con nosotros, pelándose con una radio inglesa para dar los datos correctos, pero por lo que entendí, algún parámetro de la radio o del equipo de medición estaba en una de esas estúpidas medidas británicas que nadie más conoce, y encima, los observadores no tenían pinta de haber hecho la guerra de África como… bueno, como yo o como Romero, o como Berlini.

Y hablando de gente que no había hecho la guerra: el tenente Caproni llegó a nuestra posición como un maldito rayo: no gritaba las órdenes, las ladraba. Y por la forma en la que los ingenieros las cumplían, se diría que iba a morder al primero que osara retrasarse en sus deberes. Sin embargo, distribuía a todo el mundo como en un esquema de manual. No había estado todavía en suficientes parapetos para darse cuenta de que la posición estándar hay que corregirla: pegado al suelo y a la pared delantera cara al enemigo, es posible que ni te des cuenta si un soldado o una granada te caen detrás.

Ya estaba apunto de irse, cuando empezó el fuego de ametralladora: los semiorugas tedesci avanzaban sobre nuestra posición con toda la tranquilidad del mundo, sabiendo que nuestros cañones antitanque no estaban en disposición de apoy… de hacer absolutamente nada. Todo es más fácil cuando es autopropulsado, eso si que es algo que he aprendido de esta puñetera guerra.
Aún así, cuando una de las primeras ráfagas impactó al tenente, el pelotón completo hizo sonar sus armas: no es que sirviera de mucho, pero nadie diría nunca que los ingenieros paracaidistas no resistieron con uñas y dientes en Caressana. Algo así estaba diciendo Visconti cuando le volaron medio cuello de un tiro. Dino encontró un hueco del parapeto que no estaba siendo castigado, y desde él logró abatir a uno de los artilleros. Por mi parte, estoy bastante seguro de hice saltar un casco con una ráfaga de mi Moschetto, pero nunca supe si había provocado una baja o un susto. Los tedesci no eran tontos, y no asomaban demasiado, pero los pocos que lo intentaron se arrepintieron muy deprisa.
Por desgracia, se trató de un tiroteo muy corto. El pesadísimo fuego de las MG nos obligó finalmente a bajar la cabeza y, antes de que nos diéramos cuenta, teníamos a los putos nazis encima.
Tres hombres fueron literalmente cortados por la mitad por la ametralladora del semioruga. Paolo intentó quitarle el seguro a una de las cargas pesadas, pero una bala le atravesó el corazón, dejándolo de rodillas y en equilibrio.
El impulso alemán era muy grande. Nadie parecía insistir para que nos quedáramos, así que ¿para qué?.
Los granaderos empezaron a saltar contra nosotros desde los vehículos, y pude notar como la determinación general mermaba. Más allá pude ver, por otro lado, como un tedesco atravesaba a Borgomi con la bayoneta tras disparar a otro hombre. También ví a Krauser, el milanés de origen bávaro, echarse sobre él gritándole algo en alemán –que no entendí, pero que sonó horrible, obsceno y blasfemo, todo a la vez- antes de darle una paliza de muerte usando el Carcano como garrote. Los de su unidad parecían resistir.

Los alemanes saltaron de sus vehículos en movimiento, y se abalanzaron sobre nosotros como salvajes. El fuego de subfusil comenzó a llover a mi alrededor, sin dejarme opción a responder. Corrí por la trinchera, en busca del resto del pelotón, pero al doblar una esquina, me di de morros con un alemán, que me miraba con tanto odio como si hubiera matado a su madre. Caí al suelo, mi arma resbaló de entre mis dedos, y retrocedí vacilante un par de metros mientras el alemán se recomponía y me apuntaba con su Schmeisser.
Estaba determinado a matarme, tenía el arma ideal para la situación, en óptimas condiciones de funcionamiento, y sabía usarla muy bien.
Dos estampidos secos después, sin embargo, el nazi estaba panzarriba en el suelo, y una mano me arrastraba de nuevo tras la esquina. Era el Tenente Caproni. Se había taponado el agujero de bala con un buen trozo de su chaqueta, y sostenía su beretta humeante en la otra mano.
En cuanto me hubo puesto a salvo, arrancó una de las granadas de mi cinturón y, sacando el seguro con los dientes, la arrojó hacia la sección de trinchera que acabábamos de abandonar, y que hormigueaba de alemanes.

Una granada a campo abierto no impresiona demasiado, sobre todo si el lanzador tiene buen brazo. Pero dentro de un espacio cerrado, es una explosión con todas las letras: un estampido fuerte, seco, que te saca el aire de las tripas y te deja un pitido en los oídos.
Pero eso siempre es mejor que estar cerca del radio de acción donde se produce la macedonia.

Caproni salió escopetado por la sección atacada, tirando de mí por el cuello de la camisa y estampándome mi subfusil contra las costillas para que lo recogiera:

- ¡Avanti, figli! –exclamaba, y eso que yo tenía diez años más que él- ¡Savoia! –remataba a un alemán de un disparo- ¡Por el rey! – descargaba su arma contra un suboficial que entraba desde una de las trincheras secundarias- ¡Y Forza Italia!

De manual. Bastante de manual. Pero me uní a él y, en poco tiempo, no quedaban alemanes vivos en aquella sección de la trinchera. Un grito unánime se elevó desde las posiciones aledañas: los paracaidistas seguíamos luchando entre el fragor del cuerpo a cuerpo.
En la siguiente intersección nos topamos con la escuadra de Andreo. El tenente, sin preocuparse por el hecho de que su herida volvía a sangrar, se puso al frente de todos, con la beretta en una mano y mi última granada en la otra, y con pocas palabras y gestos enérgicos, nos organizó a todos en grupos pequeños y se lanzó con nosotros hacia el corredor de suministros.

En la zona de distribución tropezamos súbitamente con los tedesci en gran número. Resonaron varios disparos, un par de ráfagas, y una explosión que no debió ser lo que parecía. Inmediatamente después, nos vimos arrastrados de nuevo a la menos civilizada situación de tener que defendernos a culatazos y paladas. Descargué mi arma y, sin tiempo para otra cosa, tuve que partirle la mandíbula al siguiente invasor que se me puso por delante utilizando la firme culata de madera. Giacomo se había lanzado sobre otro alemán, al parecer errando el tiro con su bayoneta, y acabando ambos en el suelo. Giacomo intentaba estrangularlo haciendo presión con el carcano, pero el alemán había logrado sujetarle la cabeza, y estaba luchando para sacarle los ojos con los pulgares. El tenente se batía como un ferrari que emplea su últimas gotas de gasolina para poner el turbo. Se abría paso entre los alemanes como si hubiera una meta digna de alcanzar al otro lado.
A Andreo lo decapitaron de un golpe de pala en el cuello. Otro soldado al que no conocía tan bien yacía bocabajo, con lo que parecían tripas saliéndole por debajo del abdomen. Horrorizado, di un paso atrás, y metí la bota hasta los cordones en un charco de sangre. Ví también a un alemán con dos agujeros en el pecho, todavía luchando por respirar. Y a Leandro clavado literalmente contra el parapeto por una bayoneta.

Encontré un momento de respiro, cambié el cargador del Moschetto, puse el dedo sobre el gatillo de fuego selectivo, y comprobé que éramos demasiado pocos y que en cuestión de minutos nos arrollarían. Aunque lucháramos como leones romanos:
- ¡Forza! –exclamé yo también contagiado del miedo, la rabia y la irracionalidad- ¡Forza! y lo demás no importa.

Luego, explotó una carga de demolición. Alguién la hizo volar, nunca sabré si accidental o voluntariamente. Yo salí disparado y todo se volvió negro entonces.



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Re: RELATOS

Mensajepor lictor » 17/Sep/2009 21:38

:wink: Muy bueno...la proxima ves mas y mejor!
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Re: RELATOS

Mensajepor turkisch13 » 17/Sep/2009 22:47

este fin de semana me pondre manos a la obras y quizas acabo un relato que tengo a medias :D

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Re: RELATOS

Mensajepor Basurillas » 17/Sep/2009 23:12

TRemendo y...bueno. Pura acción.

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Re: RELATOS

Mensajepor El_Mayor » 17/Sep/2009 23:15

Bueno, me alegro que te gustara.
Aquí viene el "más".
El "mejor" tendrá que esperar un poquito.. :wink:

Soldado Horatio Marconi
Las explosiones nos pillaron totalmente por sorpresa. Las posiciones de vanguardia estaban siendo machacadas, y el chirrido de las cadenas nos puso a todos en alerta. El Sargente Gonzoli me levantó del suelo cogiéndome por los hombros, y me arrojó contra el cañón inglés que estábamos manejando:

- ¡Moveos, moveos, moveos! ¡Poned estas bocas de fuego en posición, avanti! ¡Daos prisa, u os dispararé de cabeza a los alemanes!

Escupí medio diente que me había saltado con el golpe, y empujando tanto con las manos como con la cara, movimos los "seislibras" para internarlos en el alto campo de trigo que nos ocultaba a la vista de los alemanes.

No tengo ni idea de qué demonios es una libra, ni de lo que coño signifique: aquellos cañones para mi, eran piezas de 57mm que pesaban como un maldito demonio. Y pasarlos a través de la tierra blanda de un campo cultivado, una maniobra para la que no te prepara haber dependido durante toda la campaña del desierto, de los "elefantino".
Durante el proceso estuvo a punto de haber algún accidente de tráfico y todo. El Sargente nos gritaba mientras ayudaba a mover una de las piezas, pero curiosamente, los insultos soeces no permitieron aumentar nuestro promedio.

Al otro lado del campo -cuando por fin llegamos- teníamos una vista muy panorámica de lo que estaba ocurriendo, aunque yo tardé un rato en poder fijarme, mientras liberaba la cureña y ayudaba a asentar horizontalmente el arma. ¡Apuntado! ¡Cargado! ¡Listo! De morirse: esas tres palabras eran la retahíla de siempre a la hora de aprestar un cañón antitanque. Pero aquel día rompimos la tradición: y eso no podía ser signo de buena suerte. Solo un grito salió de las bocas de mis camaradas: ¡¡Tanque!!.

Bien: si un soldado de infantería grita "tanque" no significa nada más que eso: que viene un tanque. Si un "Artigliere" de cañón antitanque, respaldado por cuatro piezas modernas, gritar eso de una forma tan aterrorizada significa "estamos jodidos porque nos van a dar por culo y sin vaselina".
Y no era para menos: por lo visto la 16 Panzergrenadier SS se había aparecido de la nada. Y nos iba a comer. Un grupo de semiorugas se acercaban a toda velocidad hacia nuestras posiciones en el centro de la plaza, mientras un "Panther" les cubría desde una posición más retrasada. Y justo enfrente de nuestra posición... un... puto... “Tiger”. Estaba lejos todavía, e intentaba inútilmente disimular su inconfundible silueta en la linde del bosque a medio kilómetro de nuestra posición.

El Sargente fue el primero en reaccionar: “¡Piezas cincuenta grados a la izquierda!” “¡Alza 35 grados!” ¿Qué demonios estaba haciendo el sargento? ¡Apuntaba a los semiorugas el muy cabrón! ¡Quien tuviera esa sangre fría!
“Apunten: ¡Fuego!”
Disparamos de manera vacilante. La cordita que se levantó era mayor de lo que estábamos acostumbrados a ver con los “elefantino”. Solo llegué a distinguir un impacto, pero aquella lata de sardinas siguió avanzando tan campante mientras se convertía en una humeante bola de fuego que finalmente se detuvo.

Mientras estábamos recargando las piezas, y el “Tiger” avanzaba tímidamente, como si no se fiase de su portentoso blindaje frontal, nos alcanzó un proyectil del 88. Ortega y Russo salieron volando de la posición, y ya nunca más supimos de ellos. El Sargente y su ayudante se apresuraron a servir su pieza, como quien reemplaza a un oficinista, solo que con cara de mala leche por tener que hacerlo con prisa.
- ¡Marconi! ¡Tutto el brío al cañón!
Disparamos como locos, pero los semiorugas se movían demasiado rápido y no podíamos calcular bien el tiro, los proyectiles nos volaban por encima de la cabeza, poniéndonos los nervios de punta, hasta que finalmente el Sargente nos ordenó parar.
El “Tiger” se acercaba por momentos, paseando tranquilamente por campo abierto, sin prisas, el muy cabrón sabía que no había nada que le pudiera amenazar, de modo que se tomaba su tiempo para seleccionar sus blancos antes de disparar.
- ¡Atención batería! Cambio de objetivo, alza 22, inclinación de 12 grados ¡vamos a matar a ese bastardo!
Los supervivientes de la batería nos miramos como si acabaran de decirnos que podíamos volar agitando las manos.
Gonzoli se percató al instante, al vernos vacilar de aquella manera se arrojó sobre Pascuci y lo empujó fuera de su cañón.
- ¡Vamos joder! ¡Fuoco malditos idiotas! ¡Fuoco! ¡Todos juntos!
Cogió un proyectil y lo cargó en un santiamén, apuntó con cuidado, disparó, volvió a cargar...acto seguido, el resto de nosotros como impulsados por alguna especie de enfermedad contagiosa, empezamos a imitarle febrilmente, conscientes de que captar la atención de semejante monstruo a esa distancia era llamar a las puertas de la muerte. Las manos nos temblaban, Lorenzo se mordía el labio inferior hasta sangrar y recuerdo que alguien lloraba en silencio, pero ninguno de nosotros huyó de la posición.
Nadie abandonó a Gonzoli.
Fue como si alguien hubiera arrojado un puñado de piedras a una pared, los proyectiles rebotaron o se rompieron como huevos maduros contra el “Tiger”, mientras volvíamos a cargar los cañones pudimos ver cómo se detenía en seco, aquello nos hizo contener la respiración ¿habíamos herido a la bestia?
La torreta giró lentamente con un siniestro chirrido durante unos interminables segundos mientras el cañón del tanque se orientaba buscando...cazando...nuestros troncos y arbustos nos parecieron de repente muy, muy pequeños.
El “Tiger” nos apuntó directamente.
Yo no podía moverme paralizado por el terror, alguien me agarró y yo caí mientras sonaban gritos en algún lugar muy lejano...yo tuve suerte, la metralla me arrancó las piernas pero el médico logró salvarme la vida, el resto de mi batería murió al instante cuando el proyectil "HE" desparramó nuestras posiciones por medio campo de batalla.
Esa fue la última vez que combatí junto a mis camaradas.

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Re: RELATOS

Mensajepor Azirafel » 18/Sep/2009 10:09

Allá va uno cortito para ambientar una campaña que jugamos:

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El soldado de primera clase Jeff C. Plyder conducía distraídamente su traqueteante jeep a toda velocidad por el irregular terreno tapizado de hierba. Llevaba ya varios minutos rodeando los pequeños y numerosos bosques que tupían el paisaje verde. Por fin, tras rodear la énesima formación forestal, encontró su objetivo: un tanque Sherman neutralizado en la linde de uno de los bosques.

"A este le han arreado a base de bien..." pensó en voz alta Plyder. Acelerando la ya de por sí alocada velocidad a la que recorría el paraje, Plyder se dirigió como una flecha hacia el Sherman hasta alcanzarlo. Reduciendo a penas la velocidad, realizó una vuelta completa alrededor del Sherman mientras sus ruedas derrapaban lanzando una cortina de tierra y hierba por doquier. Tras completar la vuelta frenó en seco su vehículo para observar con detenimiento el sorprendente agujero en la parte frontal del blindado. "Fiuuuu..." comentó a nadie en particular.

El impetuoso soldado tardó unos segundos en salir de su ensimismamiento y, tras derrapar como un poseso, rodeo el tanque y se internó en el bosque en busca de los tanquistas supervivientes.

A menos de 200 metros los encontró. Los 5 tripulantes charlaban animadamente en un semicírculo mientras fumaban unos cigarrillos hasta que oyeron el motor del jeep aproximándose. Observaron a Plyder acercarse y sólo cuando éste paró el motor de su vehículo, el comandante del blindado se dirigió a él:

- ¿Y bien?
- Y bien ¿qué?... eh, esto, señor.
- Como ha transucrrido en enfrentamiento. - respondió el comandante con tono indignado.
- Perfectamente, señor. Hemos arrancado a esos boches de esta zona a base de plomo. Diría que los hemos arrasado, señor, puesto que no se ha recibido ninguna señal de contraataque en todo el sector. -comunicó alegremente Plyder.
- Muy bien. Días así hacen que uno se sienta orgulloso, ¿eh, muchachos? -el resto de carristas rieron a gusto el comentario.
- Si usted lo dice... - dijo casi divertido Plyder.
- ¿Decía, soldado?
- Decía, señor, que puede ser, señor: son el único blindado noqueado de toda la compañía, señor. Espero que siga estando orgulloso, señor. - las risas enmudecieron - ¿Y bien? Montan o prefieren alcanzar la compañía a pie...

Plyder arrancó el motor con una enorme sonrisa en su rostro.
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Re: RELATOS

Mensajepor lictor » 18/Sep/2009 16:18

Bravisimo,masmolan ,jeje muy bueno azifarel el comandante se quedaria con una cara :o .
Espero mas,¿tal vez uno sobre un joven soldado que muere en estalingrado?
Salud.
"Se abriran las grandes alamedas dejando paso al hombre libre para construir una sociedad mejor.
Viva chile!,viva el pueblo!,vivan los trabajadores!"
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Re: RELATOS

Mensajepor lictor » 29/Sep/2009 20:23

Y, por fin llego mi turno,hay va :

ASI ES LA VIDA EN ESTALINGRADO

10 de noviembre de 1942

Viktor y ya hemos hecho la ronda por la mañana y estamos de vuelta en la trinchera,cada dia lo mismo desde hace ya una semana,mientras vemos como esas barcazas repletas de futuros cadaveres van vienen.Con el frio que hace aqui casi envidio a los muertos,pero asi es la vida en estalingrado,antes de la guerra caminar dede aqui hasta el embarcadero era un agradable paseo,ahora una lucha a muerte, los francotiradores enemigos nos tienen colmados en lo que va de mes ya hemos perdido cuatro oficiales.
Se rumorea que en breve lanzaremos una ofensivaque dejara a los klaus rodeados,pero ya se sabe,eso solo son rumores.

24 de noviembre de 1942

La ofensiva a triunfado ,les tenemos asediados,por lo visto nuestros camaradas se juntaron al otro lado de lo que antaño fue una ciudad y les dejaron rodeados.No tienen alternativa,hemos frenado su avance y condenado a esos bastardos,pero la guerra no ha acabado y todavia muchos camaradas pereceran ,quien sabe, tal vez nunca vuelva a ver a khathyauska.

26 de noviembre de 1942

Nos movemos ! el comisario a recibido ordenes de recuperar un almacen al este de nuestra posicion ,que aora esta en manos de los fascistas.Debe de haber un par de MG42 y por lo menos dos compañias defendiendo el enclave ,no sabemos si cuentan con apoyo blindado o artilleria.
El camrada Zuikov a caido ,no se cuanto mas aguantaremos,de pronto un tiger a surgido de entre los escombros,y con paso lento pero firme dirije su torreta hacia nosotros y no contamos con antitanques ,comienza a disparar su plomo infernal contra nosotros y...
estoy en el suelo ,viktor esta a mi lado y intenta reanimarme sin exito ,junto a mi los novatos llaman lloriqueando a su madre con los intestinos desparramados sobre la fria nieve,esos infelices aún no saben que están muertos,pero yo si, y se que aqui acaba mi historia ,como otro sucio cadaver humeante,pero al fin y al cabo, asi es la vida en estalingrado.

Lictor.
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Salvador Allende


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