Abandono mi cordura en pos de un singular conocimiento y de la satisfacción que supone verse inmerso en un mundo de inabarcables fronteras y ciclópeas montañas de material férrico transformado de manera perversa en diminutas esencias bélicas congeladas para siempre en una imperturbable mueca gestual, y que como siniestros títeres danzan al son de macabros poliedros y de los designios de horribles e hipertérritos Innombrables.
